Trastornos funcionales digestivos

Recuerdo tener problemas digestivos desde niña: inflamación intestinal, gases, dolor de estómago, estreñimiento y, en algunas ocasiones, dolor intestinal fuerte. Sin embargo,  fue en la adolescencia cuando fui consciente de que había “algo” que no digería correctamente.

Por ello, decidí ir adaptando mi dieta según mis criterios y conocimientos del momento, sin obtener mejorías estables ni duraderas en el tiempo. También acudí a diferentes médicos, pero no encontraron nada evidente, siendo una “cuestión de nervios y estrés” la respuesta recibida en la mayoría de ocasiones.

Buscando soluciones en la alimentación

Con los años decidí eliminar el gluten y los lácteos de mi dieta y, sí que es verdad que sentí una notable mejoría, reduciéndose la inflamación intestinal y los gases. No obstante, tenía épocas en las que volvía a encontrarme con los mismos síntomas antes mencionados, sin llegar a disfrutar de una mejoría completa.

Hace más de diez años que comencé a consumir alimentos ecológicos y, en un momento dado, por convencimiento ideológico, decidí comenzar con una dieta vegetariana para, finalmente, acabar en vegana.

Tras constantes visitas médicas y cambios de dietas me diagnosticaron “Síndrome del intestino irritable”, un trastorno intestinal con una índole nerviosa y psicosomática con variación en los síntomas según el momento. Unos síntomas que se manifestaron al poco tiempo del diagnóstico, donde sufrí un trastorno hormonal (amenorrea o ausencia de menstruación) que me duró seis años.

La medicina alópata nunca llegó a encontrar el origen de esta enfermedad patológica después de la evidencia en múltiples pruebas e innumerables visitas a diferentes hospitales de España. Durante este periodo en busca de respuestas me fui tratando paralelamente con profesionales médicos que tenían visiones alternativas como la homeopatía, la medicina natural, las terapias psicológicas o las técnicas de relajación, para ayudarme a eliminar el estrés que la búsqueda fallida de respuestas me provocaba.

En este tiempo mi salud intestinal se deterioró bastante, en gran parte debido a la ansiedad, pero, afortunadamente, cuando acepté mi situación y fui consciente de que había dado lo máximo de mí para mejorar mi situación apareciendo la tranquilidad, y con ello mi menstruación.

Intolerancia a la fructosa

Justo en ese momento, por recomendación médica, me hicieron la prueba de intolerancia a la fructuosa en la que di positivo. Entonces el médico de digestivo me entregó una lista de comidas aptas y no aptas, sin darle demasiada importancia a la dieta vegana que yo llevaba en ese momento. Además, me sugirió que fuera probando todos los alimentos, sin restringir de la dieta nada en concreto y recordándome que mi intolerancia era leve y que no tenía que preocuparme demasiado.

A pesar de ello me costó asimilar la noticia. Tener que dejar de comer parte de los vegetales que estaban en mi dieta habitualmente se me hacía muy duro. Además, tuve que poner en duda los beneficios saludables para la salud que yo tenía respecto a una dieta cien por cien vegana, pues seguí el criterio que me recomendó mi médico digestivo de ir probando a ver qué tal me sentaban los alimentos vegetales. Sin embargo, no terminaba de mejorar y tenía muchos altibajos con los síntomas, me  acostumbré a no tener digestiones confortables comiera lo que comiera. El síntoma que más se intensificó en este periodo fue el notable empeoramiento de mi estado anímico, que cada vez era más inestable.

No fue hasta el año pasado cuando decidí llevar una dieta libre de fructosa y sorbitol, además de libre de gluten y lactosa, que ya llevaba años con ella. Ahí fue cuando percibí una notable mejoría a nivel de digestiones, reducción de gases y desaparición de molestias intestinales. Respecto al tránsito intestinal tardé un poco más en regularlo, especialmente durante la dieta restrictiva que hice de cuatro semanas, en la que tuve tendencia al estreñimiento debido a la ausencia de fibra. Conseguí equilibrarlo con el uso de ciertos alimentos aptos con carácter mucilaginoso, como el lino o la chía.

“Toda pregunta tiene su respuesta, pero a veces no llega cuando desearíamos. Es cuestión de tener paciencia el que aparezca el momento adecuado. La atención plena nos muestra el porqué de cada experiencia y su aprendizaje nos lleva al siguiente nivel.”

Gracias a ir adaptando mi alimentación, a eliminar el estrés y a trabajar mucho en la parte psicológica y emocional he podido recuperar poco a poco mi equilibrio general de salud. Los últimos análisis médicos confirman que no tengo ninguna intolerancia alimentaria.

Claves que me han ayudado a ir recuperando mi salud intestinal:

Durante este periodo de tiempo he aprendido algunas claves que me han ayudado a ir recuperando mi salud intestinal, física y mental:

  • No tomarme las cosas demasiado en serio.
  • Perdonarme a mí misma y perdonar a los demás.
  • No exigirme ni imponerme nada.
  • Eliminar la rigidez.
  • Ser paciente, vivir el momento presente.
  • Cuidarme de forma holística (cuerpo-mente-alma) y aceptarme tal y como soy.
  • Llevar una alimentación adecuada a mis necesidades en cada momento y disfrutarla.
  • Meditación vipassana.
  • Hacer deporte.
  • Reír, sonreír y disfrutar de cada momento.
  • Consumir alimentos que me proporcionen buenas digestiones, energía, y vitalidad.
  • Consumir menos y hacerlo de forma responsable.
  • No generar residuos tóxicos, respetar el planeta.
  • Aprender a ver la necesidad del otro y actuar de forma asertiva.

Me encanta la cocina de inspiración vegetal, casera, elaborada a su debido tiempo, con mimo, con amor, con ingredientes naturales y de procedencia ecológica. El acto de comer debe de ser placentero y la alimentación en su significado más amplio se encarga de regenerar y transformarnos cada día.

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